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Monday, July 4, 2011

Anzuelos, Cuerdas y Conservación

Ejemplar juvenil de Guapote lagunero (Parachromis dovii) en el río Sucio, Sarapiquí.

A veces pareciera que la pesca en Costa Rica es sólo un asunto de turistas viejos posando con sus trofeos escamados en lujosos yates en el Océano Pacífico o de pueblerinos desinformados (sobre) pescando para obtener su ración proteínica. En esta ocasión me referiré a la pesca de agua dulce y cómo se pierden valiosas oportunidades de conservación y hasta de generación de empleos al ignorar la importancia de esta actividad y al sobreexplotar inmisericordemente los recursos pesqueros dulceacuícolas.

Costa Rica cuenta con varias ecorregiones en donde abundan los humedales, ríos y quebradas. Existen al menos 135 especies de peces de agua dulce, de las cuales al menos 14 son endémicas, y por supuesto de gran valor para la conservación. Varias especies son de gran importancia para la pesca de subsistencia y la pesca deportiva. Los recursos pesqueros dulceacuícolas de Costa Rica son ubérrimos, pero no para siempre. El mal manejo de las cuencas hidrográficas ha resultado en crecientes problemas de contaminación de las aguas, impermeabilización de los suelos debido al desarrollo urbano mal planificado, erosión de las márgenes fluviales, sedimentación y una preocupante sobreexplotación pesquera. Es éste pobre manejo, o más bien la carencia de un manejo adecuado, lo que está arrasando con nuestra biota acuática y la oportunidad de conservar estos valiosos recursos a perpetuidad. No solo por su valor intrínseco sino por su importancia económica para la sociedad costarricense. Y con respecto a conservar hago referencia a la siguiente definición: uso racional de los recursos naturales sin desperdiciarlos.

La cultura del preservacionismo como única opción para la protección de los recursos naturales, una visión predominante en Costa Rica, ignora que los seres humanos somos parte de los ecosistemas, y en dicha calidad, somos usuarios de los recursos naturales; lo hemos sido desde tiempos inmemoriales. No me mal interpreten, creo que deben de existir áreas protegidas para la preservación absoluta de recursos naturales frágiles, indudablemente. Pero también deben de existir áreas destinadas a la conservación en donde se den usos consumptivos de los recursos naturales, siempre y cuando éstos sean sostenibles. Descartando en esta aserción los proyectos mineros de Oscar Arias y otros disparates ambientales que están lejos de ser sostenibles. La pesca es un excelente ejemplo de un uso sostenible que se le puede dar a los recursos biológicos en ciertas áreas protegidas. Se da perfectamente en áreas silvestres protegidas en Estados Unidos y Canadá por ejemplo.

Una vez conversando con un señor mayor en Puerto Jiménez (Península de Osa, Costa Rica), el señor aludió a la pesquería de los alrededores del muelle del pueblo como "perreada". El señor describía la condición sobreexplotada del sitio debido al gran numero de pescadores que frecuentaban el muelle para pescar. En aquel momento el término me pareció muy jocoso y certero, desde entonces lo he hecho parte de mi léxico para referirme a sitios afectados por la sobrepesca.

Es claro, pues, que muchos de los cuerpos fluviales del país se encuentran tremendamente perreados. Lo más preocupante es el uso de métodos de pesca ilegales como los químicos, arvaletas, atarrayas, y otros tipos de redes que arrasan con todo lo habido y por haber. Esta sobrepesca aunada a los problemas que enfrentan los ecosistemas acuáticos, en particular la contaminación y la sedimentación, van a hacer de la Costa Rica de guapotes laguneros de 6 kilos con jibas fenomenales,la de de los bobos rechonchos o de los sábalos monstruosos, un tema de libros de historia.

Barbudo (Rhamdia nicaraguensis) en el Río Sucio, Sarapiquí.

La pesca puede ser una actividad económica importante, pero más que nada, una herramienta poderosa para la conservación de los recursos dulceacuícolas. Un documento oficial del gobierno de Estados Unidos del año 2006 reportó 25 millones de pescadores deportivos (de agua dulce) en el país, los cuales gastan $26 mil millones al año en viajes y en equipo de pesca. Estos gastos generan cientos de miles de empleos y miles de millones de dólares a partir de un impuesto federal aplicado sobre el consumo de los equipos de pesca, con el cual se recaudan fondos que financian importantes esfuerzos de investigación, restauración ecológica, manejo y conservación en todo el país.

Podemos copiar las cosas buenas de otros países que han sabido manejar mejor estos recursos, en lugar de copiar sus estupideces. No me refiero a copiar al pie de la letra los aspectos culturales de la pesca deportiva del norte, porque mal me caen los que se creen "bass masters" en Costa Rica. Tampoco se trata de convertir los pescadores de carrete de mano en fans de Rapala. Nada más propongo aprender de los buenos aspectos del manejo de las pesquerías de agua dulce que han sido exitosos por décadas en EEUU.

Cruzarse de manos y pretender que sólo por que se vive en la "Costa Rica verde" que protege el 26% de su territorio en áreas protegidas ya todos nuestros problemas ambientales están resueltos no es la respuesta. Ni mucho menos los discursos preservacionistas o los del tipo PETA, que espero nunca aparezcan en Costa Rica en contra de la pesca, que están desconectados de la realidad y no proponen alternativas viables a los problemas mencionados.

Hay que tener en cuenta que la pesca en Costa Rica tiene sus obvias diferencias con la pesca en EEUU en cuanto al hecho de que no solo hay pescadores deportivos convencionales sino también un sector importante de pescadores de subsistencia. Y para complicar aún más las cosas hay pescadores que no son ni deportivos, porque no utilizan los métodos de la pesca deportiva convencional, ni de subsistencia porque no necesariamente dependen del pescado que capturan como única fuente de proteína. Todos estos aspectos sociales y culturales se deben de tomar en cuenta a la hora de formular estrategias de manejo y conservación. Mientras escribo estas líneas, pescadores ilegales y pescadores irresponsables (términos no necesariamente intercambiables en Costa Rica) se encuentran saqueando los ríos, lagunas y quebradas. Al mismo tiempo hay una brillante ausencia de una autoridad gubernamental reguladora que sea competente (porque INCOPESCA no lo es) y de una estrategia sólida de manejo y conservación que proteja los peces dulceacuícolas y sus hábitats acuáticos.

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