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Sunday, May 2, 2010

Áreas protegidas, bosques, forestería y conservación en Costa Rica















Muchos costarricenses alardeamos con el dato de que un 26% de nuestro territorio está dedicado a la conservación por medio de áreas silvestres protegidas (ASP). Especialmente cuando nos encontramos en el extranjero donde muchos alaban los históricos logros del país en materia de conservación de la biodiversidad y en desarrollo humano. No en vano, la verdad es que efectivamente hemos alcanzado importantes logros ambientales que otros países apenas están empezando a tantear. Algunos, incluso, están bastante atrasados en el tema. Empero, no es lo mismo haberse enterado de estos importantes logros de conservación por medio de los discursos políticos de Oscar Arias o en calidad de turista en el país. He estado involucrado en asuntos de conservación en Costa Rica y puedo decir que tengo una buena noción de las dos caras de la tortilla. El hecho de haber declarado 160 áreas protegidas por medio de decretos ejecutivos no significa el fin del cuento. ¡Gestionar y conservar los valiosos recursos naturales de un país tropical en desarrollo, en la era de la globalización, son otros cien pesos!

El Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAC), que es una dependencia del Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (MINAET), tiene serias limitaciones en la administración efectiva de las ASP del país. Son muy pocos los ejemplos de ASP administradas eficientemente, es decir, las que satisfacen estándares mínimos que impliquen una protección satisfactoria de los recursos naturales; éstos casos son excepciones y no la regla. La falta de recursos financieros, personal de campo, personal capacitado, falta de coordinación interinstitucional, el exiguo cumplimiento de las leyes, deterioro de la infraestructura, invasiones de tierras, cacería furtiva, tala ilegal, sobrepesca, pesca ilegal, desarrollo inmobiliario sin control (¡no sólo afuera del perímetro de las ASP!), incendios forestales, falta de planificación territorial en las zonas de amortiguamiento son solo algunos de los principales problemas que aquejan a nuestras al SINAC y a nuestras ASP. Es decir, a pesar de toda nuestra pompa, hay todavía bastante camino por recorrer. Con respecto al tema de la producción forestal y otros temas del manejo de los recursos naturales interrelacionados con las ASP y los bosques, ni se diga…

Los que hemos voluntariado alguna vez en las ASP de Costa Rica hemos podido ver algunos de los problemas de las ASP directamente. La falta de personal capacitado, la falta de presupuesto para comprar materiales, equipo y otros suministros básicos, ¡algunos tan básicos como el papel higiénico! son limitantes serios que afectan el desempeño en la protección de la biodiversidad y el servicio a los visitantes. La falta de personal, particularmente de personal capacitado y comprometido con la misión de la institución son unas de las mayores deficiencias. No son raros los casos de guardaparques y otros funcionarios dormidos en su oficina en horas de trabajo, emborrachándose con guaro de contrabando en las instalaciones del gobierno mientras podrían estar buscando cazadores ilegales. ¡De hecho, fue en un parque nacional en donde probé por primera vez el guaro de contrabando, infamemente conocido como “pedo de chancho”!!! Todos estos problemas simplemente dificultan e impiden la gestión eficiente de la rica biodiversidad del país en estas áreas. Esto es lamentable si consideramos que en el país existen varios centros de educación parauniversitaria y de educación superior formando profesionales en temas ambientales y de administración del turismo, tal vez no los mejores (en algunos casos) pero definitivamente sería mejor emplear en el SINAC a personas con formación e interés y no a un montón de vagos viviendo de la vena del gobierno.

Afortunadamente, esta situación ha ido cambiando poco a poco en algunas ASP del país no sin antes haber sido producto de generosas infusiones de fondos de organizaciones privadas e internacionales y no de los ingresos de la institución, que es otra de las grandes deficiencias del SINAC. No es un secreto que la gran tajada de los ingresos que perciben las ASP por medio de la visitación turística va a parar a la caja única del Estado mientras las áreas silvestres enfrentan graves problemas y desafíos.

El porcentaje de cobertura forestal del país, más o menos 45% del territorio (de acuerdo con el INBIO), es una excelente noticia ya que Costa Rica es uno de los pocos países que ha aumentado su cobertura forestal en lugar de disminuirla. Hay que tener claro que cobertura forestal no se refiere solo a prístinos bosques “primarios” (término ya de por sí refutable), el concepto incluye también a las plantaciones forestales además de otros ecosistemas naturales no forestales como los páramos de la Cordillera de Talamanca. Efectivamente, el 70% de Costa Rica son tierras de aptitud forestal (para preservación y producción).

Con respecto a las plantaciones forestales y la forestería el panorama es mucho peor aún. El país ha venido hundiéndose en una verdadera crisis forestal desde los años ochentas debido a la explotación forestal insostenible, la expansión agrícola, la corrupción, la incapacidad institucional, además de la irresponsabilidad de muchos empresarios que no han tenido ni un ápice de visión a largo plazo. Es triste ver como se degradan los suelos y las cuencas del país debido a usos de suelo absolutamente inadecuados. Muchos de los suelos de aptitud forestal del país son potreros, plantaciones agrícolas, y otros usos inadecuados, lo cual implica problemas de erosión que afectan seriamente las cuencas hidrográficas y los ecosistemas costeros.

Costa Rica importa más madera de Chile, Nicaragua y otros países, de la que produce mientras que la demanda de madera en el país no hace más que crecer exponencialmente conforme crece la población. No sólo la población crece, el área de plantaciones frutícolas que requieren de tarimas de madera para exportar sus productos también está en incremento. En Costa Rica y en el resto de Centroamérica, ha prevalecido una cultura agropecuaria, eficazmente inculcada en los tiempos coloniales, que ha impedido el establecimiento de una cultura forestal congruente con el manejo racional de los recursos naturales. El discurso y la práctica de esa cultura agropecuaria ha sido el mismo desde siempre, el bosque no es más que un estorbo. El área reforestada (con plantaciones forestales) ha ido disminuyendo drásticamente en los últimos años así como el aporte del sector forestal a la economía nacional mientras las plantaciones de piña se expanden deforestando bosques secundarios, contaminando cuerpos de agua con agua de lluvia cargada de sedimentos y pesticidas, y hasta borrando del mapa riachuelos y quebradas a su paso.

Basta con ir a la zona de Puriscal para ver la debacle que ha causado la expansión agrícola sin ningún control en el pasado. Por dicha, este patrón va cambiando en algunas localidades debido a la intensificación del uso del suelo, a la introducción de nuevas prácticas de conservación de suelos en la fincas, en fin, al uso de prácticas de uso de suelo más eficientes y congruentes con las leyes de la natura. Por supuesto todos estos embates a los recursos naturales responden a la batuta de una economía globalizada, en el marco del libre comercio y no necesariamente interesada en la sustentabilidad. El tema de la producción energética utilizando biomasa, que está poniéndose muy de moda en el mundo, es una de las peores amenazas que se vislumbran.

En mi opinión, prefiero ver plantaciones forestales, aunque sea de especies exóticas (no invasoras, por supuesto) en lugar de piñales, cañaverales, bananales y plantaciones de helechos ornamentales cubiertos con un sarán negro que se ve a kilómetros de distancia. Las plantaciones forestales proveen ciertos servicios ambientales que muchos de los monocultivos agrícolas simplemente no proveen. La restauración forestal del paisaje (http://www.ideastransformlandscapes.org/) un enfoque de manejo de recursos naturales a escala del paisaje provee muchas oportunidades en este sentido. Con mejoras en la institucionalidad, el cumplimiento de las leyes, y más que todo con responsabilidad, sí sería posible tener un sector forestal sostenible aportando mucho más servicios ambientales que el sector agropecuario convencional.

La agroforestería se ha beneficiado con la demanda internacional de productos como el café y el cacao. También debido al surgimiento de un importante sector de consumidores más verdes y responsables en países industrializados. Basta con ir a tomarse un café a Starbucks o Caribou Coffee aquí en los EEUU para ver ese patrón. Esas compañías promueven café producido en plantaciones agroforestales, fincas de producción orgánica y con uso de otras prácticas más sostenibles. ¡Eso ya es un buen cambio! Las plantaciones agroforestales y los sistemas silvopastoriles son en mi opinión la mejor opción que tiene el sector agropecuario en los trópicos, aunque la economía globalizada y masificada dicta otras cosas desgraciadamente. No estoy hablando de un cambio total e “idealista” a los cultivos orgánicos, sino de la introducción del componente forestal en los cultivos agrícolas para mejorar el manejo de los suelos y las cuencas hidrográficas.

El país tiene muchas oportunidades de incrementar el uso de los recursos forestales para incrementar la conservación de la biodiversidad a escala del paisaje, fijar más carbono, proteger y conservar los suelos y el agua; a la vez satisfaciendo necesidades económicas y sociales. Esto es posible sin tener que optar por cambiar las categorías de manejo de las áreas protegidas para beneficiar desarrollo inmobiliario, expandir las piñeras u otros crímenes ambientales como los que ocurren actualmente con el gobierno de Oscar Arias. Esto no sería nada nuevo, hay que ver el ejemplo de algunos países desarrollados con cultura forestal (i.e. Finlandia) que han sabido manejar sus recursos naturales inteligentemente.

Costa Rica era aproximadamente 99% bosques cuando los españoles llegaron al país; el país es y será siempre de aptitud mayoritariamente forestal en cuanto al uso de la tierra se refiere, por lo tanto todo aquel uso de suelo que incorpore el componente forestal será más beneficioso. En otras palabras ¡copiemos a la naturaleza! De hecho eso es lo que buscan muchas de las tecnologías modernas ecoamigables que felizmente se empiezan a poner de moda en el mundo en respuesta a la crisis ambiental en la que nos encontramos.

Lo que se necesita es fortalecer las instituciones gubernamentales que velan por el bienestar del ambiente, administrar mejor las finanzas del SINAC, mejorar la efectividad de manejo de las ASP, promover una cultura forestal, también la arboricultura urbana y los bosques urbanos; la forestería sostenible en donde se manejen racionalmente los bosques secundarios, las plantaciones forestales (deseablemente con especies nativas); hay que promover e incrementar la cobertura, calidad y productividad de los sistemas agrosilvopastoriles, hay que promover el uso de los productos forestales no maderables, introducir más y mejores políticas para proteger los bosques, y asegurarse de que haya recursos para hacer cumplir esas leyes. Suena fácil, pero, en el mar de la corrupción, burocracia e ineficiencia, el sentido común y la sensatez se pierden.

El desarrollo económico y la conservación de la naturaleza si pueden ser compatibles si hay un verdadero cambio de paradigma en nuestra sociedad y en la forma en que producimos todas nuestras “commodities”. Para eso necesitamos un proyecto de país basado en los principios del desarrollo sostenible, bienestar social, protección y manejo racional del medio ambiente, y un liderazgo político con un enfoque ambiental serio; y por supuesto, necesitamos un cambio en la sociedad porque los ticos están lejos de ser la “sociedad ambientalista ideal” que algunos extranjeros creen. No dejemos que los errores del pasado persistan o vuelvan, no dejemos que un modelo de desarrollo insostenible destruya nuestros recursos naturales o más cabalmente el planeta en el que vivirán nuestros hijos.

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